Hace un buen tiempo descubrí que para ganar no es necesario que otro pierda. Esa simple y determinante idea que muchos habrán leído en algún libro de autoayuda, ha orientado gran parte de las decisiones estratégicas de nuestro estudio y afortunadamente está presente en la forma en que nuestro equipo se relaciona entre sí, con nuestros clientes y con quienes colaboran en cada uno de los proyectos en los que participamos. Que la competencia, si es que ésta existe, tiene más que ver con el desafiar los propios límites que con superar el rendimiento de quienes transitan por la misma senda.
¿Y si esta esa forma de ver y actuar nos ha permitido crecer y desarrollarnos como equipo, por que no llevarla a la relación con nuestros colegas? ¿Cómo seria si en lugar de cuidar celosamente lo que sabemos (o creemos que sabemos…) abriéramos nuestro conocimiento y nuestra ignorancia con quienes comparten esta disciplina?
Más aún considerando que parte importante de lo que hacemos proviene del aprendizaje de la propia experiencia, de los éxitos y fracasos que hemos obtenido como fruto de la creatividad y la audacia y no que de la certeza o la posesión de un conocimiento fijo y absoluto.
Con esa premisa iniciamos hace varios años un acercamiento con otros profesionales de la iluminación arquitectónica chilena. Gradualmente, compartiendo nuestras preocupaciones y anhelos, avanzamos en la construcción de la confianza y respeto mutuo que se tradujo en la formación de una asociación profesional (DIA) orientada al desarrollo profesional y a la promoción de iluminación arquitectónica.
No pasó mucho tiempo antes de que este mismo espíritu nos motivara como asociación local, a abrir la conversación más allá de nuestras las fronteras políticas e iniciar el diálogo con otros lighting designers de Iberoamérica, con quienes compartimos muchas de las condiciones económicas, regulatorias y culturales que afectan la práctica profesional y al mismo tiempo el anhelo por integrarnos en un mercado abierto que potencie el desarrollo de la iluminación en cada uno de nuestros países.
De ahí que hace un par de años, organizáramos el primer Encuentro Iberoamericano de Lighting Design, EILD 2010 y convocáramos en Valparaíso a más de 200 profesionales de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, España, México, Perú, Portugal y Uruguay, quienes por tres días compartieron su conocimiento técnico y sus expectativas en cuanto al desarrollo de la profesión en nuestra región. La satisfacción que este encuentro dejó en quienes participaron y el interés que despertó en quienes no pudieron estar, se tradujo en la espontánea decisión de la comunidad iberoamericana por dar continuidad a esta instancia de encuentro y es así como en octubre de este año tendremos la oportunidad de volver a reunirnos, esta vez en la ciudad de Querétaro, México, para celebrar EILD 2012 y avanzar unos pasos más en la consolidación de una comunidad profesional que responde a los valores culturales que nos diferencian y posicionan a nivel global.
En un plano personal, todas estas iniciativas sin duda, dan un sentido más profundo al trabajo que realizo y más allá de las dificultades y dolores de cabeza que puede ocasionar el participar en actividades gremiales, han enriquecido mi vida profesional y he llegado a pensar hasta que puedo ser una mejor persona.
Sin embargo, muchas veces, he sentido también que la idea de compartir, colaborar o integrarse no ha pasado más allá de una declaración de intenciones y no se ha plasmado en algo concreto, tangible, que sea capaz de impactar la forma en que desarrollamos nuestro trabajo de manera evidente.
Si es que la colaboración o la integración con otros profesionales es un camino que permite generar aprendizaje y transformación, quizás el mecanismo o la plataforma para lograr ese resultado requiere de más riesgo y compromiso.
Para probar el punto, nos hemos lanzado a una experiencia de colaboración profesional con el equipo de Limarí Lighting Design. Sin necesidad alguna y sólo por el gusto de hacerlo, nos hemos animado a desarrollar un proyecto de iluminación en común. Y por encima de lo interesante que este proyecto resulta por su calidad arquitectónica, su ubicación geográfica y su trascendencia cultural, esta empresa se trata de dos equipos profesionales decididos a compartir un camino de aprendizaje basado en la confianza que cada uno tiene de su calidad profesional y en el convencimiento de que esta calidad no proviene del conocimiento técnico o de una fórmula comercial sino que de la capacidad de mantenerse abierto para descubrir y crear constantemente.
Por primera vez en nuestro medio, hasta donde tengo conocimiento, dos oficinas con personalidades, estilos y métodos diferentes, desafiarán algunas convenciones y paradigmas en torno a “la competencia” o “el celo profesional”.
No tengo la menor idea acerca de dónde nos llevará esta experiencia, pero estoy seguro de que será un lugar mejor que el que conocemos hasta ahora y puedo confesar después de algunas semanas de trabajo, donde no han faltado las descoordinaciones y diferencias, que he sentido como van diluyéndose los bordes que diferencian las dos oficinas al tiempo que va consolidándose un solo equipo que trabaja generosa y humildemente.